El holandés Maurits Hendriks convirtió al seleccionado masculino de España en una potencia. En tiempos en los que el deporte español de equipo vive momentos de gloria, el entrenador tomó una interesante generación de jugadores, subidos al lomo de Santi Freixa y Pol Amat, y con la misma fe que aquellos 300 espartanos les tenían a Leónidas en la Batalla de Termópilas, estos muchachos creen que van a dominar el mundo.
A partir de ahí, España pasó del ranking N° 11 a convertirse en una potencia, tras los títulos en el Champions Trophy 2004, el Europeo 2005 y la medalla de bronce en el Mundial 2006.
-Usted está considerado uno de los DT más importantes del hockey mundial. ¿Cómo se define?
Cuando estoy solo me tomo un tiempo para considerar todas las facetas que hay en el deporte y no paro nunca. Cada vez más, vemos que el secreto está en los detalles, y si uno no tiene la pasión de meterse dentro e investigar, no llegará a mucho. No dejo de indagar, porque siento una obligación para con mis atletas de estar bien preparado. Además, me encanta entender a las personas. Siempre debes darte cuenta que, a fin de cuentas, diriges a seres humanos, y es importante saber relacionarte.
-¿Cuál es su método?
Uno de los grandes retos es encontrar soluciones por dónde se pueda. El peligro de trabajar en un deporte olímpico es fijarte demasiado en lo tuyo, en la técnica y la táctica, y no reparar en todo lo que hay más allá. En verdad, uno puede aprender de cualquier cosa.
-¿Por ejemplo?
Un día visitamos la fábrica de Ferrari en Maranello, en donde se entrenan los equipos de Fórmula 1. Allí me llamó la atención los entrenamientos en boxes. Es un equipo de 12 personas que cuenta con 5 segundos para cambiar las ruedas y llenar el tanque de bencina. Y en ese breve lapso nadie puede dar un paso equivocado, porque se rompe la dinámica del equipo. Como esos 5 segundos no son nada, hay que entender exactamente cuál es tu tarea, pero, al mismo tiempo, saber qué función cumplen los demás. Esto lo aplicamos luego para la mecánica de los cortos, en donde intervienen 7 jugadores y deben resolver la jugada en 2 segundos.
-Usted vive en Barcelona y es vecino de Frank Rijkaard.
Sí, justamente el fútbol es otra fuente de estudio porque también se juega 11 contra 11. Cada conjunto tiene un ritmo de juego ideal, que se mide en la cantidad de pases que hace por minuto. Si intenta jugar más rápido o más lento, su estructura puede tambalear. Esto es aplicable al hockey.
-¿Cómo logró convertir a España en una potencia en el hockey?
Comenzó a partir de una cuestión mental: fue hacerles creer a los jugadores que eran capaces de hacer más. Parecen sólo palabras, pero el objetivo fue que se sintieran aptos para lograr más de lo que ellos imaginaban antes. Este no es un proceso de un par de semanas, sino que demanda mucho tiempo.
-¿Cómo fue su primer contacto con los jugadores españoles?
Los llevé a la cumbre más alta de los Pirineos, a 2800 m de h. Cuando llegué a lo más alto empecé a entonar el himno nacional de Holanda con la mano en el corazón. Claro, fue una situación muy extraña, porque canté en medio de un silencio total. Busqué provocar en ellos una reacción y resultó complicado, porque el himno nacional español no tiene letra. Intenté transmitirles lo que significa jugar para su país y qué es ser un equipo. Y que hay que tener voluntad para querer superar los límites y no sólo quedarte en lo que ya sabes hacer.
-¿Cómo fue el siguiente paso?
Sentir y vivir la derrota. No existen victorias importantes en la vida sin haber sufrido derrotas importantes. En el deporte, se extrae mucho más de una caída que de un triunfo. Muchas veces, a la gente le cuesta considerar un tropiezo de manera positiva. El gran peligro es meterse en un espiral negativa en lugar de decir: «Bueno, hemos fallado en un par de cosas. ¿Cuáles fueron?». Y que cada uno se detenga a analizarlo.
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